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Moriría una vez mas

Decir que te olvidé, es negar que la luna brilla, es tratar de olvidar cada suspiro que salió de lo más profundo del corazón, y que solo tomó un segundo ver como el viento se los llevabava sin rozarte ni un poco. Sería dejar de sentir el calor, la pasión y el deseo que un día aluciné sin permitirte escuchar el lamento que salia de ellos. Es imposible negar que aún se eriza mi piel cuando escucho tu voz;que me pongo nerviosa al verte pasar frente a mi; que muero por tocar tu pecho descubierto luego de besar tus labios, y moriría quizá de tristeza al verte caminar desnudo por tu cuarto mientras yo me pongo mi camisa, y tu solo dices... -que te vaya bien-. BanAnaM

cuando cantan las golondrinas

6:13 am, dos sillas hechas de troncos partidos y alargados que solían recibir las visitas en la finca estaban húmedas aún, y mirando arriba se pronosticaba más agua. Un gris claro luce de fondo, mientras que las nubes que cobijan la capa más pequeña del cielo se torna un tono más oscuro; ahí estaba yo, contemplando la inmensidad que tenia de vecina con su cobija verde, y el viento helado de Santa Elena pasaba por mis piernas provocando escalofríos. De repente, me aturde momentáneamente el grito de doña Margarita como cada mañana, con su cola de caballo adornada por canas que evidenciaban muchos recuerdos. Me saludaba voleando su mano de un lado a otro, como si esparciera semillas que florecerían en historias que serían luego representadas por una cana más. Siempre he considerado a las canas sinónimo de historia -“usted me va a sacar canas verdes”- solía decirme mi mamá cuando hacia alguna diablura, o cuando por primera vez llegué tarde a casa y ella aún no podía dormir.  Doña Margarita

Ojo de poeta.

Mirando desde la tierra húmeda, el ojo de poeta roza con sus raíces los troncos mohosos hospedados en los bosques antioqueños. Acariciando sigilosamente a su enemigo, comienza su peligrosa y estética táctica para reinarlos, las verdes ramas que salen de sus extremos se alargan invadiendo el cuerpo troncoso de los árboles como una manta color montaña separada por las ramas de aquel moribundo colega. En la inmensidad se puede observar aquella majestuosa belleza que desgarra por dentro las hojas y deja tambaleándose a las mariposas intrusas con sus esporas mortales mientras que; por fuera, viste de hermosura la silenciosa muerte. Ana M. 

A que sabe el amor.

Una mañana, en las montañas verdes al oriente de nuestra ciudad yace una madre en apuros buscando desenfrenada la ayuda de un alma caritativa que acuda en su auxilio; más abajito, en el centro de la ciudad, un pintor se encuentra en un café. Él tiene un sueño y una angustia... y a la sinestesia, quien es su compañera de vida.  El hombre afligido se pregunta a qué sabe el amor. Busca en besos lentos, disfruta la música de fondo y pinta amaneceres. Ya es de noche y lo acompaña en urgencias una fiebre de 40°. Allí, observa al frente una primeriza meciendo a su recién nacida que llegó prematuramente; le besa la mejilla y cae una lagrima en la boca del bebé, el también lloró. Por primera vez entendió a qué sabía el amor. BanAna.
los atardeceres sienten nostalgia cuando se acerca su final,incendian las nubes anunciando la llegada de la luna a los corazones ansiosos que se deleitan con su intensidad y la mezcla entre lo bello y lo triste crea emociones y sensaciones.Los colores intensos van muriendo y el silencio anuncia que se acerca la noche. sus ojos son cristales que reflejan el sentir de cada historia narrada en medio de las confesiones y del viejo amor que aún duele, tanto como su último mensaje.  creemos y creamos, en la intensidad del momento que abrió el portal de lo desconocido, guiandonos a lo excitante de cada plan que concluyamos siempre con un abrazo. te veo gentil e inocente, divagando ya en tus pensamientos y recuerdos dejándome imaginarlos para entender tus demonios. Ana M. 

Blanca Rosa

Quisiera seguir caminando de tu lado, en los jardines que me regalaste imaginariamente. Te siento presente en cada pétalo de todas las flores que ahora adornan mi balcón y mi vida. Llevas en tu nombre la representación del amor y acompañas la paz como las palomas en su símbolo; Blanca Rosa, cortada por ángeles con tanta sutileza; que ahora tus raíces yacen en su reino, adornando los jardines de la eterna primavera.  Lucías siempre tan radiante; tus labios rojos, el cabello siempre organizado; y dar gracias a Dios ante todas las cosas. Tus cabellos teñidos de blanco con pinceles de sabiduría dejan en mí sus líneas, ya las veo. vieja rosa, ya espero el mes de abril para verte.  Se forman nubes grises dispuestas a hacer su labor; en nuestras ventanas escurren ríos de agua divina enviadas desde arriba. Gris intimidante jugando a hacernos fuertes en medio de su caos, ¿acaso lloras, vieja rosa? No te preocupes, los domingos todavía son días de fiesta y los hijos de tus nietos mencionan tu no

tenias que pasar tu

Me tenías que pasar tú , para saber qué se sentía no existir, como muchas veces lo grité sin saber asumir las consecuencias, ni siquiera imaginaba la magnitud del peso de aquella inexistencia deseada en medio de la rebeldía de puberta confundida queriendo llamar la atención. Morí, y siempre le temí a la oscuridad, más que a las arañas o los murcielagos; o las palomas, como la fobia que en momentos me parece graciosa que padece mi mejor amiga.  No conocí personas que, precisamente no debía conocer, y las opciones no garantizaban un final feliz. Fui la sombra que recorría el pasillo en la noche, como los fantasmas cuando pasan desapercibidos, y entonces, nunca nunca estuvieron ahí. Los pájaros empezaban a cantar y las luces se prendían cada tanto como si me estuvieran advirtiendo, la luz quemaba, y Robledo parecía más grande esas mañanas que hervían el pavimento mientras yo buscaba llegar a mi casa, buscaba siempre un medio menos tendioso que un camino a pié lleno de preguntas, abriendo