cuando cantan las golondrinas


6:13 am, dos sillas hechas de troncos partidos y alargados que solían recibir las visitas en la finca estaban húmedas aún, y mirando arriba se pronosticaba más agua. Un gris claro luce de fondo, mientras que las nubes que cobijan la capa más pequeña del cielo se torna un tono más oscuro; ahí estaba yo, contemplando la inmensidad que tenia de vecina con su cobija verde, y el viento helado de Santa Elena pasaba por mis piernas provocando escalofríos. De repente, me aturde momentáneamente el grito de doña Margarita como cada mañana, con su cola de caballo adornada por canas que evidenciaban muchos recuerdos. Me saludaba voleando su mano de un lado a otro, como si esparciera semillas que florecerían en historias que serían luego representadas por una cana más. Siempre he considerado a las canas sinónimo de historia -“usted me va a sacar canas verdes”- solía decirme mi mamá cuando hacia alguna diablura, o cuando por primera vez llegué tarde a casa y ella aún no podía dormir. 
Doña Margarita no solo lleva las flores en su nombre, si no en su vida, montañera de pura cepa, mamá de cinco hijos y silletera desde una corta edad.
 ¡¡¡ FABIOOOOOOOO!!! Gritó. ¡venga para que se coma el desayunito!, yo la miraba y recordaba aquella cara arrugada, morena y con sonrisa espontanea, Don Fabio era el esposo de doña Margarita y quien desde muy joven sacó la verraquera de levantarse a las tres de la mañana y llegar a la minorista a levantar bultos, porque como solía decirme en nuestras cortas conversaciones- “yo podía ser toma trago, pero el pan de mi esposa y mis hijos nunca se me olvidó”-. El caminaba por el sendero inclinado y lodoso con sus botas pantaneras y unas coles recién arrancadas en su mano; decidido a llegar a su destino, comerse el desayunito antes de que se le enfriara. Con un tono inequívoco gritó a doña Margarita - ¡hoy se están sintiendo las golondrinas, hoy va a llover tooodo el día! - Y asentando con la cabeza ya casi llegando a su destino, afirma Don Fabio al sabio aporte. Desde ese día, al sentir el cantar de las golondrinas, pienso en doña margarita y Don Fabio, descuelgo el paraguas del perchero y sonriendo sigo mi camino.  
BanAna 

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