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Mostrando las entradas de julio, 2020

cuando cantan las golondrinas

6:13 am, dos sillas hechas de troncos partidos y alargados que solían recibir las visitas en la finca estaban húmedas aún, y mirando arriba se pronosticaba más agua. Un gris claro luce de fondo, mientras que las nubes que cobijan la capa más pequeña del cielo se torna un tono más oscuro; ahí estaba yo, contemplando la inmensidad que tenia de vecina con su cobija verde, y el viento helado de Santa Elena pasaba por mis piernas provocando escalofríos. De repente, me aturde momentáneamente el grito de doña Margarita como cada mañana, con su cola de caballo adornada por canas que evidenciaban muchos recuerdos. Me saludaba voleando su mano de un lado a otro, como si esparciera semillas que florecerían en historias que serían luego representadas por una cana más. Siempre he considerado a las canas sinónimo de historia -“usted me va a sacar canas verdes”- solía decirme mi mamá cuando hacia alguna diablura, o cuando por primera vez llegué tarde a casa y ella aún no podía dormir.  Doña Margarita

Ojo de poeta.

Mirando desde la tierra húmeda, el ojo de poeta roza con sus raíces los troncos mohosos hospedados en los bosques antioqueños. Acariciando sigilosamente a su enemigo, comienza su peligrosa y estética táctica para reinarlos, las verdes ramas que salen de sus extremos se alargan invadiendo el cuerpo troncoso de los árboles como una manta color montaña separada por las ramas de aquel moribundo colega. En la inmensidad se puede observar aquella majestuosa belleza que desgarra por dentro las hojas y deja tambaleándose a las mariposas intrusas con sus esporas mortales mientras que; por fuera, viste de hermosura la silenciosa muerte. Ana M. 

A que sabe el amor.

Una mañana, en las montañas verdes al oriente de nuestra ciudad yace una madre en apuros buscando desenfrenada la ayuda de un alma caritativa que acuda en su auxilio; más abajito, en el centro de la ciudad, un pintor se encuentra en un café. Él tiene un sueño y una angustia... y a la sinestesia, quien es su compañera de vida.  El hombre afligido se pregunta a qué sabe el amor. Busca en besos lentos, disfruta la música de fondo y pinta amaneceres. Ya es de noche y lo acompaña en urgencias una fiebre de 40°. Allí, observa al frente una primeriza meciendo a su recién nacida que llegó prematuramente; le besa la mejilla y cae una lagrima en la boca del bebé, el también lloró. Por primera vez entendió a qué sabía el amor. BanAna.